La casualidad del melón

martes, 7 de marzo de 2017
Desde el gran descubrimiento de Alexander Fleming de la penicilina en 1929 hasta su viabilidad como antibiótico general en 1944, se sucedieron muchos momentos y personas cruciales para lograr el hito. Quince años donde se consiguió uno de los logros más maravillosos de la ciencia y la ingeniería humana y en el que intervinieron muchas personas poco conocidas. Vamos a tratar llenar de más vidas a esta historia.
No fue hasta 1938 cuando Howard Florey, Ernst Chain y Norman Heatley desarrollaron los métodos que permitían el crecimiento del moho de Fleming el penicillium notatum y la extracción y purificación de su producto, el antibiótico con el fin de estudiar sus efectos en humanos. El problema es que con todo, las cantidades obtenidas eran tan pequeñas que llegaban apenas para su estudio. Además, una vez estalló la II Guerra Mundial el desarrollo se complicó, sobre todo en Inglaterra.
El problema con Penicillium notatum del que todos oímos eran sus condiciones optimas de crecimiento, crecen mejor en recipientes poco profundos, pequeños, en un caldo de cultivo apropiado. Además, necesita mucho aire y estas no son las condiciones más optimas para su procesamiento a gran escala. 
Uno de los hallazgos esenciales fue el encontrar que la producción se incrementaba mucho si se utilizaba un alimento concentrado como era el licor de maíz fermentado. Esto aumentó el rendimiento entre 12 y 20 veces, una barbaridad.
Pero los grandes logros, suelen necesitar de muchas más carambolas y la siguiente también se dio en Illinois. Allí estaba Laboratorio de investigación en Agricultura de la región norte, y buscaban de muchas maneras todo tipo de mohos para probar, los que viven en suelos, en aparatos como frigoríficos e incluso en alimentos, con personal asignado a su búsqueda. En tiempos de guerra la economía se permite trabajadores buscando cosas improbables y asignando más medios de los estrictamente necesarios, pero así también se pueden encontrar cosas maravillosas.
En concreto, fue Mary Hunt una empleada del laboratorio encargada de buscar alimentos mohosos en las tiendas de comestibles, la que encontró en un supermercado un melón con un precioso moho de color dorado. Y por suerte este Penicillium chrysogenum era capaz de hacer en los mismos tanques el doble de penicilina que el original.
Posteriormente se crearían cepas más productivas de penicillium mediante mutaciones inducidas por radiaciones ionizantes. Las cepas mutantes de chrysogenum producían un millón de veces más penicilina que el notatum original, el que mostró el camino. Para junio de 1944, 2.3 millones de dosis estaban disponibles para ayudar a los miles de hombres que sufrirían graves heridas en el desembarco del Día D y las batallas por librar.

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