Dragones de Komodo

sábado, 27 de febrero de 2016
Estos dragones puede que no vuelen ni escupan fuego, pero no son menos impactantes o peligrosos que son hermanos mitológicos. Con 3 metros de largo y hasta 90 kilos de peso, estas bestias pueden corren a 29 kilómetros por hora para alcanzar a sus presas. Una vez que tienen a un búfalo de agua o a un venado entre sus mandíbulas, le inyectan anticoagulante con veneno en las heridas profundas para que se desangre. Le espera una muerte espantosa, quizá peor que si hubiera sido abrasada por el fuego de la bestia mítica.

Estos monstruos del mundo moderno son los dragones de Komodo (Varanus komedoensis) de Indonesia. Viven en las islas de Rinca, Gili Motang, Nusa Kode, Flores y Komodo. Son los lagartos más grandes del mundo y se cree que son los últimos sobrevivientes de los lagartos gigantes que deambularon por Australia hace millones de años. Los científicos creen que estos dragones luego se extendieron hacia el oeste, hasta llegar a las islas de Indonesia hace unos 900.000 años.
Siendo así, sobrevivieron a las glaciaciones, al aumento de los niveles del mar y a los numerosos terremotos y subsiguientes tsunamis que azotaron las islas menores de Sonda. Pese a su capacidad para sobrevivir, a finales de la década de 1970 los expertos comenzaron a preocuparse por el futuro de los dragones. A comienzos del siglo pasado, cazadores atrapaban a los dragones Komodo y los vendían a zoológicos y a coleccionistas privados.
Aunque esa práctica se detuvo, los cazadores de grandes animales los perseguían como trofeos o los mataban para quedarse con sus pieles. Por ello, la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza cataloga a los dragones como "vulnerables" y su comercio internacional está prohibido por la Convención Internacional sobre Comercio con Especies en Peligro.
En 1980, Indonesia creó el Parque Nacional Komodo, con una extensión de 1.810 km2, abarca las islas de Komodo, Rinca y Padar junto a otras islas menores, el cual fue declarado Patrimonio Mundial desde 1986. Las medidas de conservación han permitido que la población de dragones parezca haberse estabilizado en unos 3.000 animales. La especie, por ahora, parece a salvo de la extinción. Sin embargo, el número de hembras que ponen huevos sigue siendo peligrosamente bajo, mientras hay otras amenazas contra esta especie se asoman en el horizonte.

Si estos dragones logran sobrevivir en el largo plazo o se unen a sus ancestros, los lagartos gigantes de 7 metros, está aún por verse. No fue sino hasta inicios del siglo pasado cuando los científicos descubrieron a estos dragones, pese a que abundaban los rumores sobre su existencia.
En 1912, el teniente Steyn van Hensbroek, un militar holandés, visitó la isla Komodo, mató un dragón y envió su piel al naturalista Peter Ouwens, quien escribió el primer artículo científico sobre esta especie. Catorce años más tarde, el estadounidense W. Douglas Burden viajó a las islas y capturó una docena para el Museo Estadounidense de Historia Natural. La memoria que escribió sobre la expedición Lagartos Dragones de Komodo le dio su nombre a la especie y el relato de sus aventuras con la "bestia antigua" inspiró la película King Kong.
Los dragones esperan con paciencia a su próxima comida y no son demasiado selectivos. Cuando un venado, un cerdo o incluso un humano aparecen se ponen en acción y aplican su ataque de dos pasos, con sus dientes afilados y su veneno. Como los dragones pueden comer presas de hasta 80% de su peso y luego estar sin comida durante varias semanas, pasan la mayor parte del tiempo tirados al sol como los cocodrilos.
Se sabe que han atacado a los habitantes de las islas (han causado cuatro muertes en las últimas cuatro décadas), pese a los cual la población local respeta a los dragones y en muchos casos los consideran sagrados. 
"El verdadero problema ha sido la pérdida de su hábitat debido a la conversión de áreas de bosque en áreas agrícolas". "Los habitantes locales han iniciado fuegos para aumentar el terreno disponible para el ganado".
Muchos dragones que viven fuera de la reserva frecuentemente tropiezan con el avance de los asentamientos humanos, por lo que además deben competir con los habitantes locales por los venados y los cerdos de los que se alimentan.
Pero, las actividades humanas no son la única amenaza para los dragones. Dado que sólo viven en un puñado de islas y que su diversidad genética es limitada, los dragones son particularmente sensibles a los cambios en el clima.
El aumento en el nivel del mar podría traspasar los valles bajos de la costa que forman parte de la mayor parte del hábitat de los dragones, mientras que los cambios en las lluvias podrían significar que los bosques ya no son lugares apropiados para los nidos donde nacen los bebés dragón. Si estos pequeños suben a los árboles para protegerse pueden hacerse más vulnerables a los ataques, incluso por parte de otros dragones.
Los investigadores indonesios viajan frecuentemente al norte de la isla de Flores, donde colocan cámaras para hacer seguimiento a la situación en el hábitat de los dragones en la zona.
El año pasado durante uno de estos viajes, los investigadores se toparon con una sorpresa grata: los dragones habían construido un nido por primera vez en la isla Ontole, en la costa norte de Flores. "Esto es importante porque demuestra que la población se está reproduciendo al norte de Flores y, si es protegida, se puede estabilizar. Es muy esperanzador".

En marzo pasado, funcionarios del departamento de bosques del gobierno de Indonesia, investigadores del KSP y habitantes de la zona trabajaron como padres orgullosos al verificar que los huevos se rompieran con seguridad y que las crías llegaran a salvo a los árboles.
16 dragones de Komodo viven ahora en la isla, alimentándose de lagartijas y de otros bocados similares y disfrutando tirados al sol como los lagartos que son.

Aparecen restos de una nueva especie en España

martes, 16 de febrero de 2016
En una cantera de arcilla, de la que se extrae material para hacer azulejos y cerámicas, en Morella (Castellón), un equipo de paleontólogos ha descubierto los restos de un dinosaurio desconocido hasta ahora. Sería un ejemplar herbívoro que vivió hace 125 millones de años en esa zona, que entonces sería costera o de delta, con abundante vegetación y clima tropical. Con unos seis metros de largo, dos y medio de alto y aproximadamente una tonelada de peso, el Morelladon beltrani sería un animal imponente. Es una nueva especie emparentada con el popular Iguanodon, uno de los primeros dinosaurios que se descubrieron allá por el siglo XIX. Pero Morelladon tiene una peculiaridad notable: algo parecido a una vela desplegada a lo largo del lomo que igual podría ayudar a regular la temperatura del animal, o almacenaba una reserva de grasa para los tiempos de escasez de alimento, y que, a la vez, jugaría un papel en su comunicación dentro de la manada o como aviso disuasorio para los depredadores.

En las vértebras de Morelladon beltrani, unas espinas (parciales y fracturadas entre los fósiles rescatados) debieron sustentar la peculiar vela que recorrería longitudinalmente el lomo del animal, tal vez de hasta medio metro de alto. Es un rasgo ausente en los iguanodóntidos conocidos, aunque sí que lo tiene una especie africana de parentesco lejano, “y esta presente en ornitópodos y dinosaurios carnívoros como el espinosaurio”. Los científicos presentaron al Morelladon beltrani en la revista científica PlosOne. Con los restos del esqueleto (bien conservados) que han rescatado, aunque no suponen más de una cuarta parte de los huesos que tendría el animal, han identificado claramente los rasgos diferenciados respecto a otros dinosaurios, lo que permite definirlo como una especie desconocida hasta ahora. Los huesos de la cadera, casi completa, han sido determinantes para diferenciarlo, pero hay más: hasta ocho rasgos específicos que no dejan hueco para polémicas en cuanto a su condición de especie nueva, afirman estos especialistas. No ha aparecido el cráneo, aunque sí una buena colección de dientes. “No sabemos de qué sexo era [es difícil averiguarlo con un único ejemplar, que no permite hacer comparaciones] y, probablemente este es un adulto, pero tenemos que hacer más estudios para estar seguros”.

Morelladon beltrani era un animal robusto, cuadrúpedo, aunque podría sostenerse y ser incluso bípedo ocasional. Con sus seis metros aproximadamente de longitud y 2,5 de alto, los expertos lo consideran de tamaño medio, teniendo en cuenta que determinados iguanodóntidos con los que está emparentado alcanzaban los 11 metros de longitud. Los científicos no tienen claro qué función tendría esa vela. “Podría ser un mecanismo de regulación térmica, con unos tegumentos muy vascularizados y riego sanguíneo importante que permitiría calentar la sangre si el animal se ponía perpendicular a los rayos del Sol, o enfriarla situándose a la sombra o aprovechando una brisa….”. Recuerda el experto que estos dinosaurios estarían a mitad de camino entre los animales de sangre caliente y los de sangre fría… “algo intermedio entre los dos extremos, entre las gallinas y los lagartos”. Otra posibilidad es que esa vela fuese una reserva de algún nutriente importante, como grasa. “Además, parece muy evidente es que estas estructuras muy visibles, las velas, serían aprovechadas por los animales en algún tipo de comunicación, tal vez en la selección sexual, como los pavos reales que exhiben su cola para atraer a las hembras y estas eligen al macho que, con una espectacular cola, deben tener buenos genes”. Y la vela también “podría ser un elemento disuasorio entre miembros de la manada o contra depredadores”, se añade. Y a la hora de disuadir o incluso de pelear, quizás no serían despreciables los pulgares de las manos con forma de temible espolón.
“Encontramos los fósiles en mayo de 2013 y a los dos días supe que era una especie nueva, en cuanto salio un hueso de la cadera, al irlo sacando de la arcilla vi que era algo especial”, relata el paleontólogo.. Más de 5.000 fósiles de vertebrados, la mayor parte de dinosaurios (incluidos Iguanodon bernissartensisMantellisaurus atherfieldensis) se han rescatado así desde que comenzó el acuerdo científico-industrial de explotación de la mina a cielo abierto, en 2000. “Pero esta es la primera nueva especie nueva de dinosaurio que sacamos”, recalca el paleontólogo con orgullo.
“Morella es una de las localidades clásicas de dinosaurios”, explica Sanz. “Se empezaron a encontrar restos en el siglo XIX y, en la década de los setenta del siglo XX comenzaron las primeras excavaciones científicas”. Ahora el lugar está a unos 60 kilómetros de la costa, pero hace unos 125 millones de años, en el Cretácico inferior, sería una zona costera, o un delta con zonas encharcadas, con clima cálido y mucha vegetación. Allí estarían los iguanodóntidos.
“Eran animales gregarios, vivirían en rebaños, y eran estrictamente herbívoros”, destacando que tenían “una batería espectacular de dientes, varias decenas…”. Por el registro vegetal hallado, con helechos y coníferas, los científicos estiman que su alimentación predilecta serían hojas de helechos y plantas arbustivas.
Los iguanodóntidos, de los que se han encontrado muchos fósiles en Europa, son de los animales más populares, emblemáticos y antiguos de la dinosauriología. El primero fue nombrado en 1825 por el médico británico Gideon A.Mantell y solo medio siglo después fue ya descrito en Morella, recalcan los científicos. “Morelladon beltrani significa un incremento de la biodiversidad: creíamos que los Iguanodon serían muy parecidos en el Sur y el Norte de Europa, pero ahora tenemos un elemento claramente diferenciador”.