La dictadura rusa

miércoles, 12 de febrero de 2020
Repin es presentado como honor de la patria, en el marco del actual resurgimiento nacionalista. No olvidemos que Vladimir Putin, autoritario y represivo como formado en la KGB, es sobre todo un firme nacionalista, empeñado en recomponer una URSS a cuyo hundimiento asistió con dolor. Prefiere avanzar paso a paso: primero Chechenia, luego Georgia, Crimea y Donbass. Siguiente etapa, desestabilización de Ucrania, con los nuevos gaseoductos como arma de empobrecimiento. Para Putin no hay invasiones, sino regreso a Rusia. Lo explica con una fábula: el oso es el amo de la taiga y no permite que nadie entre en ella ni le dispute ese dominio. De ahí la licitud de la guerra por todos los medios para semejante reconquista, sin preocuparse del Derecho Internacional.

Los tres procesos superpuestos que retrató Ilya Repin (la autocracia y su poder militar, el progreso económico e intelectual, la protesta popular), desembocaron en el carril único de las dictaduras sucesivas de Lenin y Stalin. Fue un poder totalitario que bajo Stalin recuperó el impulso imperialista de los zares, con una industrialización acelerada donde persistía un grado muy alto de explotación obrera. En el plano estético, el realismo socialista fue el emblema del callejón sin salida en que va a encontrarse el sistema soviético, aun cuando la agresión de Hitler le proporcionara un enorme triunfo, consolidando una dictadura con visos de eternidad. Finalmente, la inferioridad tecnológica respecto de Occidente, la obsolescencia del régimen y el fracaso militar (Afganistán), provocaron su inesperado desplome.

El mérito de Putin ha consistido en asumir el riesgo de una política exterior restauradora, neoestaliniana, potenciando el nacionalismo que parecía perdido. El culto de la personalidad reaparece con fuerza. Bajo el Estado, prospera un capitalismo favorecido por inversiones europeas y, como en tiempos de Repin, vuelve la pobreza al pueblo. Aupado en la opinión pública, que sigue añorando a Stalin y a la URSS, desde 2014 asume el reto de disputar la hegemonía a Washington. Para ello precisa neutralizar a Europa y disgregarla, inutilizando a la OTAN. Es un juego de billar a tres bandas (expansión, pulso a EE UU, anti-Europa), y en eso está. Con un respaldo popular explícito de que carecieron el zarismo y la dictadura soviética.

Hablar de Rusia como un país libre poco menos es irrisorio, un país donde no hay libertad de prensa ni de opinión, un país donde no hay libertad personal o social, por ejemplo, si eres homosexual, un país donde las elecciones poco menos son un teatro, o un país donde las mujeres no valen nada, no parece muy democrático. A día de hoy, en muchas partes del mundo, aún sigue habiendo personas que sin vivir en épocas pasadas las añoran, y muestra de ello, es el blanqueamiento e idealización que mucha gente le da a un país como Rusia.

Le recuerdo que en Rusia ser gay no es un crimen, algo que todavía ocurre en un tercio del mundo”, le respondió Putin a una periodista tiempo atrás cuando lo consultó por estos temas. En efecto, la homosexualidad dejó de estar penada por ley en Rusia en 1993, aunque hasta 1999 fue considerada un “trastorno mental”. Pese a las respuestas que Putin le da a la prensa extranjera cada vez que lo consulta (“En Rusia tratamos a los miembros de la comunidad LGBT+ de forma ecuánime, de modo imparcial”), desde 2013 existe una legislación, conocida como la Ley de Propaganda Homosexual, que con el supuesto propósito de preservar a los niños, limita toda expresión de diversidad sexual en público. Cuando la ley se promulgó, un sondeo del Centro Levada concluyó que para un 37% de los rusos la homosexualidad era “una enfermedad” y otro 18% consideraba que debía ser perseguida. Para el 15% de los rusos, ser gay o lesbiana era “resultado de la seducción dentro de la familia, en la calle o en una institución”, mientras que para el 26% era “resultado de una mala crianza”.

Quizás el peor de los datos vienen ahora, si ya ser homosexual es complicado en un país tan libre como Rusia, nótese la ironía, ser mujer es mucho peor. En Rusia, un país con 143 millones de habitantes, cada año de 12.000 a 14.000 mujeres mueren a manos de sus parejas o familiares, según un estudio del Ministerio de Interior (2012). Esto supone una mujer cada 40 minutos. Si bien es cierto que no hay cifras oficiales, básicamente porque no les interesa, las condenas son nimias. ¿Es lógico que a día de hoy, haya mujeres que consideren un país idílico a Rusia? La respuesta es no, lógico no es, pero la realidad es que si las hay.

La libertad en la prensa cada vez es menor, desde la criminalización de la difamación hasta prohibir noticias que ofendan los “sentimientos religiosos de los creyentes”, las leyes de Putin limitan cada vez más el periodismo. La vaguedad de su redacción permite que se las aplique de manera arbitraria y selectiva, y está aumentando la vigilancia sobre quienes promueven la libertad de expresión y buscan cambiar el statu quo.

Como un sistema de transferencias de jugadores, los principales medios rusos están controlados por el Kremlin. El gobierno maneja las emisoras de televisión (la principal fuente noticiosa de Rusia) desde comienzos de los 2000, cuando arrebató ORT y NTV a los magnates Boris Berezovsky y Vladimir Gusinsky, respectivamente. Tras la revolución de 2014 en Ucrania, estas y otras emisoras nacionales elevaron sus niveles de propaganda a favor del gobierno.

Por ejemplo, un documental que emitió la emisora estatal Rossiya 1 en 2015 acusó falsamente a la activista de derechos humanos Nadezhda Kutepova de “espionaje industrial”, lo que acabó causando su exilio. Al año siguiente, el mismo canal usó documentos falsificados para acusar a Alexei Navalny, personaje crítico del gobierno, de ser un agente para la organización de inteligencia británica MI6.

El control de Putin sobre los medios estatales se ha ido endureciendo desde diciembre de 2013, cuando los canales se reagruparon en el consorcio Rossiya Segodnya para mejorar la presentación de la “narración” de Rusia.

La televisión no es el único medio controlado por el Kremlin: también internet está sucumbiendo. Hay sitios web bloqueados, se vigila a blogueros, se censuran motores de búsqueda y agregadores de noticias, y las VPN están prohibidas. Este abril, Rusia cortó el acceso a la red de mensajería cifrada Telegram, uniéndose a países como China e Irán.

Lo más preocupante de todo es que cada vez más usuarios de internet están yendo a la cárcel por sus comentarios en las redes sociales, o por simplemente apoyar contenidos con un me gusta’. Hoy, Rusia tiene menos libertad de prensa y más periodistas, comunicadores y blogueros en la cárcel que en cualquier otro momento tras el colapso de la Unión Soviética en 1991.

Coronavirus (2019nCoV)

domingo, 2 de febrero de 2020
La Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró este jueves al brote de coronavirus originado en China como una "emergencia de salud pública de importancia internacional".
Tras una reunión de evaluación del Comité de Emergencias, el director de la OMS, Tedros Adhanom, dijo que la razón de la declaración "no se debe a lo que está sucediendo en China, sino por lo que está sucediendo en otros países". "Nuestra mayor preocupación es la posibilidad de que el virus se propague a países con sistemas de salud más débiles y que no estén preparados para enfrentarlo", dijo Adhanom en Ginebra, Suiza.



Más de 270 personas han muerto en China por la también conocida como neumonía de Wuhan. Además, cerca de 12.000 casos han sido confirmados en el país asiático, lo que representa el 99% de los diagnósticos. 
Tras haber descartado hace una semana declarar la alerta global, los expertos de la OMS reunidos en Ginebra cambiaron de parecer ante la confirmación de ocho contagios entre humanos en Alemania, Japón, Estados Unidos y Vietnam. Eran pacientes que no habían viajado recientemente a China, mientras que, de los afectados, "la vasta mayoría ha tenido un historial de viajes a Wuhan o ha estado en contacto con alguien que tiene un historial de viajes a Wuhan", explicó Adhanom.
Esta es la sexta ocasión en que la OMS declara este tipo de emergencia. Las otras se dieron ante el brote de gripe H1N1 (2009), los de ébola en África Occidental (2014) y en la República Democrática del Congo (2019), el de polio en 2014 y el de virus del Zika en 2016.
¿Qué hace el coronavirus?
Un análisis de los primeros 99 pacientes que llegaron al hospital, determina que tenían neumonía: sus pulmones estaban inflamados y los alveolos, los pequeños sacos donde el oxígeno pasa del aire a la sangre, se llenaban de agua.
Los primeros dos pacientes en morir eran aparentemente personas sanas, aunque eran fumadores a largo plazo y eso habría debilitado sus pulmones.
El primero, un hombre de 61 años, tenía una neumonía severa cuando llegó al hospital. Presentaba dificultad respiratoria aguda, es decir, sus pulmones no podían proporcionar suficiente oxígeno a sus órganos para mantener vivo su cuerpoA pesar de que le pusieron un ventilador, sus pulmones fallaron y su corazón dejó de latir. Murió 11 días después de ser admitido.
El segundo paciente, un hombre de 69 años, también tuvo síndrome de dificultad respiratoria aguda. Estuvo conectado a un pulmón artificial o ECMO (oxigenación por membrana extracorpórea), pero no fue suficiente. Murió de neumonía severa y shock séptico cuando su presión sanguínea colapsó. 
Los coronavirus son una familia de virus que se descubrió en la década de los 60, pero cuyo origen es todavía desconocido. Sus diferentes tipos provocan diferentes enfermedades, desde un resfriado hasta un síndrome respiratorio grave (neumonía). Gran parte de los coronavirus no son peligrosos y se pueden tratar de forma eficaz. De hecho, la mayoría de las personas contraen en algún momento de su vida un coronavirus, generalmente de pequeños. Aunque son más frecuentes en otoño o en invierno, se pueden adquirir en cualquier época del año. El coronavirus debe su nombre al aspecto que presenta, ya que, es muy parecido a una corona o un halo.
A día de hoy, muchos médicos e investigadores a lo largo del mundo y periodistas sobre el terreno informan de que las cifras de muertes no son las que el gobierno Chino establece, como ya sabemos, China es un país muy hermético con sus asuntos y prohíbe sin ningún descaro que cualquier información salga o entre en sus fronteras, algunas filtraciones, pocas, que han visto la luz, reflejan una realidad diferente a la que el gobierno Chino ofrece.

Cuantas dictaduras existen en el mundo 2020

sábado, 1 de febrero de 2020
En los estados que ya eran autoritarios, los gobiernos han eliminado cada vez más la delgada fachada de la práctica democrática que establecieron en décadas anteriores, cuando los incentivos internacionales y la presión para la reforma eran más fuertes. Más poderes autoritarios ahora están prohibiendo grupos de oposición o encarcelando a sus líderes, prescindiendo de los límites de mandato y apretando los tornillos en cualquier medio independiente que quede. Mientras tanto, muchos países que se democratizaron después del final de la Guerra Fría han retrocedido frente a la corrupción desenfrenada, los movimientos populistas antiliberales y las fallas en el estado de derecho. Lo más preocupante es que incluso las democracias de larga data han sido sacudidas por las fuerzas políticas populistas que rechazan principios básicos como la separación de poderes y el objetivo de las minorías por un trato discriminatorio.



Algo de luz brilló a través de estas nubes en 2019. Mejoras sorprendentes en países individuales, incluidos Malasia, Armenia, Etiopía, Angola y Ecuador, muestran que la democracia tiene un atractivo perdurable como un medio para responsabilizar a los líderes y crear las condiciones para una vida mejor. Incluso en los países de Europa y América del Norte donde las instituciones democráticas están bajo presión, los movimientos cívicos dinámicos por la justicia y la inclusión continúan construyendo sobre los logros de sus predecesores, ampliando el alcance de lo que los ciudadanos pueden y deben esperar de la democracia. La promesa de la democracia sigue siendo real y poderosa. No solo defenderla, sino ampliar su alcance, es una de las grandes causas de nuestro tiempo.

El final de la Guerra Fría aceleró una ola de democratización que comenzó ya en la década de 1970. La caída del Muro de Berlín en 1989 y el colapso de la Unión Soviética en 1991 despejaron el camino para la formación o restauración de instituciones democráticas liberales no solo en Europa del Este, sino también en América, África subsahariana y Asia.


En Siria y Myanmar, cientos de miles de civiles de ciertos grupos étnicos y religiosos han sido asesinados o desplazados, debido a que las potencias mundiales no responden adecuadamente o frenan la violencia. La ocupación rusa de Crimea ha incluido la represión selectiva de los tártaros de Crimea y aquellos que insisten en mantener su identidad ucraniana. El internamiento masivo de uigures y otros musulmanes en China, con entre 800,000 y 2 millones de personas recluidas arbitrariamente en campos de "reeducación", solo puede interpretarse como el intento de una superpotencia de aniquilar las identidades distintas de los grupos minoritarios.

Los grandes desafíos que enfrenta la democracia estadounidense no comenzaron con la toma de posesión del presidente Donald Trump. La intensificación de la polarización política, la disminución de la movilidad económica, la enorme influencia de intereses especiales y la disminución de la influencia de los informes basados ​​en hechos a favor de los belicosos medios de comunicación partidistas fueron problemas que afectaron la salud de la democracia estadounidense mucho antes de 2017. Los presidentes anteriores han contribuido a la presión del sistema al infringir los derechos de los ciudadanos estadounidenses. Los programas de vigilancia, como la recopilación masiva de metadatos de comunicaciones, inicialmente emprendida por la administración George W. Bush, y la represión excesivamente celosa de la administración de Obama contra las filtraciones de prensa son dos ejemplos.

En el punto casi final de su mandato, sin embargo, queda poca duda de que el presidente Trump ejerce una influencia en la política estadounidense que está forzando los valores centrales y poniendo a prueba la estabilidad del sistema constitucional. Ningún presidente en memoria viva ha mostrado menos respeto por sus principios y normas. Trump ha atacado instituciones y tradiciones esenciales, incluida la separación de poderes, una prensa libre, un poder judicial independiente, la entrega imparcial de justicia, salvaguardas contra la corrupción y, lo que es más preocupante, la legitimidad de las elecciones. El Congreso, una rama igualitaria del gobierno, con demasiada frecuencia no ha logrado rechazar estos ataques con una supervisión significativa y otras defensas.

En pleno 2020 existen 51 países con dictaduras, en esta lista de países limitan las libertades de sus ciudadanos y la libertad de prensa, y por tanto, son países NO libres:

- En América 3: Cuba, Nicaragua y Venezuela.
- En Asia 25: China, Corea del Norte, Brunéi, Vietnam, Laos, Camboya, Tailandia, Tibet (ocupado por China), Cachemira (ocupada por Pakistán), Uzbekistán, Tayikistán, Afganistán, Turkmenistán, Irán, Kazajistán, Irak, Siria, Turquía, Azerbaiyán, Arabia Saudí, Bahrein, Catar, Yemen, Omán, Emiratos Árabes Unidos, Palestina y Rusia (Añadiendo los territorios invadidos de Crimea, Abjasia y Osetia del Sur).
- En Europa 1: Bielorrusia.
- En África 22: Egipto, Libia, Argelia, Mauritania, Chad, Sudán, Sahara (ocupado por Marruecos), Eritrea, Yibuti, Etiopía, Somalia, Sudán del Sur, República Centroafricana, Camerún, Guinea Ecuatorial, Gabón, Congo, República (Democrática) del Congo, Uganda, Ruanda, Burundi, Angola y Esuatini.
- Ninguna dictadura existe en Oceanía.