Algunos episodios de la Historia despiertan un enorme interés en todos los campos del conocimiento. Quizá el mayor ejemplo de esto sea la Alemania Nazi. El Tercer Reich, el régimen dictatorial impuesto en Alemania por Aldolf Hitler, se estudia con mucha atención en ciencias: su programa atómico y su búsqueda de una bomba de este tipo, sus avances terroríficos muchos de ellos en química con la intención de crear armas, como las empleadas en los campos de concentración y según una publicación reciente, su programa de armas biológicas, que hasta ahora no se sabía que existía.
El objetivo de este programa de investigación era determinar qué especie de mosquito podría usarse para bombardear poblaciones enemigas. La idea era emplear alguno de los muchos mosquitos Anopheles sp. que se conocen, que pudiese sobrevivir durante un periodo relativamente largo de tiempo sin agua ni comida, y lanzarlo sobre poblaciones civiles.
Pero, ¿por qué mosquitos? Las picaduras de estos insectos pueden ser molestas, pero existen organismos mucho más dañinos. Salvo que recordemos que los mosquitos del género Anopheles son transmisores de la malaria, un parásito realmente agresivo. Y en el fondo esta era la idea, desatar una epidemia de malaria sobre zonas difíciles de conquistar, para debilitar a los enemigos.
Hay un par de cuestiones curiosas que comentar sobre este estudio. La primera es que, aunque algunos investigadores e historiadores consideraban probable que los nazis tuviesen un programa de armas biológicas, la mayoría de los expertos lo descartaban.
Entre sus muchas contradicciones e incongruencias, una muy famosa de Hitler era su amor por los animales. El mismo dictador al que no le temblaba la mano para proponer el genocidio de poblaciones enteras de seres humanos dictó algunas de las leyes de conservación y protección animal más avanzadas de su época. Y en el caso de las armas biológicas, llegó a prohibirlas.
Entonces, ¿cómo se ha llegado a esta conclusión? Ahí es donde entra la segunda cuestión curiosa del estudio. Las conclusiones se han basado en un estudio pormenorizado de una ingente cantidad de documentos, tanto de la época del Tercer Reich como de los tiempos posteriores.
Las SS, la élite militar del Partido Nazi, contaban con un instituto de entomología, la rama de la biología que se encarga de los insectos. En teoría su función era la de estudiar cómo evitar plagas que arrasaban con cultivos, para asegurar el flujo de comida de la población germana y especialmente de sus tropas.
Pero también se encargaba de estudios sobre plagas de chinches, garrapatas y pulgas que aquejaban tanto a los soldados en el frente como a los cautivos de los campos de trabajo (en los campos de concentración no les preocupaba tanto, como era previsible).
Con estos datos, no parecía que hubiese ningún objetivo oculto. Hasta que uno descubre dónde estaba la sede de este instituto: el campo de concentración de Dachau. Y otros dos hechos más. En aquella época, Alemania ya contaba con varios institutos entomológicos muy respetados. Curiosamente el director del centro de las SS, Eduard May, no pertenecía a ninguno de ellos, y no contaba con un brillante currículo como investigador. Sí como miembro del Partido Nazi, sin embargo, algo que le granjeó la posición que tuvo.
Además, en Dachau se llevaron a cabo varios experimentos con sujetos humanos. Una parte de la población reclusa fue inoculada con malaria, para comprobar su efecto sobre personas infra-alimentadas, y su comportamiento epidemiológico.
Sumando todos los datos, los investigadores tienen la firme convicción de que el Instituto de Entomología de las SS constituyó el primer paso hacia el desarrollo de armamento biológico por parte de la Alemania Nazi.