Estos dragones puede que no vuelen ni escupan fuego, pero no son menos impactantes o peligrosos que son hermanos mitológicos. Con 3 metros de largo y hasta 90 kilos de peso, estas bestias pueden corren a 29 kilómetros por hora para alcanzar a sus presas. Una vez que tienen a un búfalo de agua o a un venado entre sus mandíbulas, le inyectan anticoagulante con veneno en las heridas profundas para que se desangre. Le espera una muerte espantosa, quizá peor que si hubiera sido abrasada por el fuego de la bestia mítica.
Estos monstruos del mundo moderno son los dragones de Komodo (Varanus komedoensis) de Indonesia. Viven en las islas de Rinca, Gili Motang, Nusa Kode, Flores y Komodo. Son los lagartos más grandes del mundo y se cree que son los últimos sobrevivientes de los lagartos gigantes que deambularon por Australia hace millones de años. Los científicos creen que estos dragones luego se extendieron hacia el oeste, hasta llegar a las islas de Indonesia hace unos 900.000 años.
Siendo así, sobrevivieron a las glaciaciones, al aumento de los niveles del mar y a los numerosos terremotos y subsiguientes tsunamis que azotaron las islas menores de Sonda. Pese a su capacidad para sobrevivir, a finales de la década de 1970 los expertos comenzaron a preocuparse por el futuro de los dragones. A comienzos del siglo pasado, cazadores atrapaban a los dragones Komodo y los vendían a zoológicos y a coleccionistas privados.
Aunque esa práctica se detuvo, los cazadores de grandes animales los perseguían como trofeos o los mataban para quedarse con sus pieles. Por ello, la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza cataloga a los dragones como "vulnerables" y su comercio internacional está prohibido por la Convención Internacional sobre Comercio con Especies en Peligro.
En 1980, Indonesia creó el Parque Nacional Komodo, con una extensión de 1.810 km2, abarca las islas de Komodo, Rinca y Padar junto a otras islas menores, el cual fue declarado Patrimonio Mundial desde 1986. Las medidas de conservación han permitido que la población de dragones parezca haberse estabilizado en unos 3.000 animales. La especie, por ahora, parece a salvo de la extinción. Sin embargo, el número de hembras que ponen huevos sigue siendo peligrosamente bajo, mientras hay otras amenazas contra esta especie se asoman en el horizonte.
Si estos dragones logran sobrevivir en el largo plazo o se unen a sus ancestros, los lagartos gigantes de 7 metros, está aún por verse. No fue sino hasta inicios del siglo pasado cuando los científicos descubrieron a estos dragones, pese a que abundaban los rumores sobre su existencia.
En 1912, el teniente Steyn van Hensbroek, un militar holandés, visitó la isla Komodo, mató un dragón y envió su piel al naturalista Peter Ouwens, quien escribió el primer artículo científico sobre esta especie. Catorce años más tarde, el estadounidense W. Douglas Burden viajó a las islas y capturó una docena para el Museo Estadounidense de Historia Natural. La memoria que escribió sobre la expedición Lagartos Dragones de Komodo le dio su nombre a la especie y el relato de sus aventuras con la "bestia antigua" inspiró la película King Kong.
Los dragones esperan con paciencia a su próxima comida y no son demasiado selectivos. Cuando un venado, un cerdo o incluso un humano aparecen se ponen en acción y aplican su ataque de dos pasos, con sus dientes afilados y su veneno. Como los dragones pueden comer presas de hasta 80% de su peso y luego estar sin comida durante varias semanas, pasan la mayor parte del tiempo tirados al sol como los cocodrilos.
Se sabe que han atacado a los habitantes de las islas (han causado cuatro muertes en las últimas cuatro décadas), pese a los cual la población local respeta a los dragones y en muchos casos los consideran sagrados.
"El verdadero problema ha sido la pérdida de su hábitat debido a la conversión de áreas de bosque en áreas agrícolas". "Los habitantes locales han iniciado fuegos para aumentar el terreno disponible para el ganado".
Muchos dragones que viven fuera de la reserva frecuentemente tropiezan con el avance de los asentamientos humanos, por lo que además deben competir con los habitantes locales por los venados y los cerdos de los que se alimentan.
Pero, las actividades humanas no son la única amenaza para los dragones. Dado que sólo viven en un puñado de islas y que su diversidad genética es limitada, los dragones son particularmente sensibles a los cambios en el clima.
El aumento en el nivel del mar podría traspasar los valles bajos de la costa que forman parte de la mayor parte del hábitat de los dragones, mientras que los cambios en las lluvias podrían significar que los bosques ya no son lugares apropiados para los nidos donde nacen los bebés dragón. Si estos pequeños suben a los árboles para protegerse pueden hacerse más vulnerables a los ataques, incluso por parte de otros dragones.
Los investigadores indonesios viajan frecuentemente al norte de la isla de Flores, donde colocan cámaras para hacer seguimiento a la situación en el hábitat de los dragones en la zona.
El año pasado durante uno de estos viajes, los investigadores se toparon con una sorpresa grata: los dragones habían construido un nido por primera vez en la isla Ontole, en la costa norte de Flores. "Esto es importante porque demuestra que la población se está reproduciendo al norte de Flores y, si es protegida, se puede estabilizar. Es muy esperanzador".
En marzo pasado, funcionarios del departamento de bosques del gobierno de Indonesia, investigadores del KSP y habitantes de la zona trabajaron como padres orgullosos al verificar que los huevos se rompieran con seguridad y que las crías llegaran a salvo a los árboles.
16 dragones de Komodo viven ahora en la isla, alimentándose de lagartijas y de otros bocados similares y disfrutando tirados al sol como los lagartos que son.
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