En una cantera de arcilla, de la que se extrae material para hacer azulejos y cerámicas, en Morella (Castellón), un equipo de paleontólogos ha descubierto los restos de un dinosaurio desconocido hasta ahora. Sería un ejemplar herbívoro que vivió hace 125 millones de años en esa zona, que entonces sería costera o de delta, con abundante vegetación y clima tropical. Con unos seis metros de largo, dos y medio de alto y aproximadamente una tonelada de peso, el Morelladon beltrani sería un animal imponente. Es una nueva especie emparentada con el popular Iguanodon, uno de los primeros dinosaurios que se descubrieron allá por el siglo XIX. Pero Morelladon tiene una peculiaridad notable: algo parecido a una vela desplegada a lo largo del lomo que igual podría ayudar a regular la temperatura del animal, o almacenaba una reserva de grasa para los tiempos de escasez de alimento, y que, a la vez, jugaría un papel en su comunicación dentro de la manada o como aviso disuasorio para los depredadores.
En las vértebras de Morelladon beltrani, unas espinas (parciales y fracturadas entre los fósiles rescatados) debieron sustentar la peculiar vela que recorrería longitudinalmente el lomo del animal, tal vez de hasta medio metro de alto. Es un rasgo ausente en los iguanodóntidos conocidos, aunque sí que lo tiene una especie africana de parentesco lejano, “y esta presente en ornitópodos y dinosaurios carnívoros como el espinosaurio”. Los científicos presentaron al Morelladon beltrani en la revista científica PlosOne. Con los restos del esqueleto (bien conservados) que han rescatado, aunque no suponen más de una cuarta parte de los huesos que tendría el animal, han identificado claramente los rasgos diferenciados respecto a otros dinosaurios, lo que permite definirlo como una especie desconocida hasta ahora. Los huesos de la cadera, casi completa, han sido determinantes para diferenciarlo, pero hay más: hasta ocho rasgos específicos que no dejan hueco para polémicas en cuanto a su condición de especie nueva, afirman estos especialistas. No ha aparecido el cráneo, aunque sí una buena colección de dientes. “No sabemos de qué sexo era [es difícil averiguarlo con un único ejemplar, que no permite hacer comparaciones] y, probablemente este es un adulto, pero tenemos que hacer más estudios para estar seguros”.
Morelladon beltrani era un animal robusto, cuadrúpedo, aunque podría sostenerse y ser incluso bípedo ocasional. Con sus seis metros aproximadamente de longitud y 2,5 de alto, los expertos lo consideran de tamaño medio, teniendo en cuenta que determinados iguanodóntidos con los que está emparentado alcanzaban los 11 metros de longitud. Los científicos no tienen claro qué función tendría esa vela. “Podría ser un mecanismo de regulación térmica, con unos tegumentos muy vascularizados y riego sanguíneo importante que permitiría calentar la sangre si el animal se ponía perpendicular a los rayos del Sol, o enfriarla situándose a la sombra o aprovechando una brisa….”. Recuerda el experto que estos dinosaurios estarían a mitad de camino entre los animales de sangre caliente y los de sangre fría… “algo intermedio entre los dos extremos, entre las gallinas y los lagartos”. Otra posibilidad es que esa vela fuese una reserva de algún nutriente importante, como grasa. “Además, parece muy evidente es que estas estructuras muy visibles, las velas, serían aprovechadas por los animales en algún tipo de comunicación, tal vez en la selección sexual, como los pavos reales que exhiben su cola para atraer a las hembras y estas eligen al macho que, con una espectacular cola, deben tener buenos genes”. Y la vela también “podría ser un elemento disuasorio entre miembros de la manada o contra depredadores”, se añade. Y a la hora de disuadir o incluso de pelear, quizás no serían despreciables los pulgares de las manos con forma de temible espolón.
“Encontramos los fósiles en mayo de 2013 y a los dos días supe que era una especie nueva, en cuanto salio un hueso de la cadera, al irlo sacando de la arcilla vi que era algo especial”, relata el paleontólogo.. Más de 5.000 fósiles de vertebrados, la mayor parte de dinosaurios (incluidos Iguanodon bernissartensisy Mantellisaurus atherfieldensis) se han rescatado así desde que comenzó el acuerdo científico-industrial de explotación de la mina a cielo abierto, en 2000. “Pero esta es la primera nueva especie nueva de dinosaurio que sacamos”, recalca el paleontólogo con orgullo.
“Morella es una de las localidades clásicas de dinosaurios”, explica Sanz. “Se empezaron a encontrar restos en el siglo XIX y, en la década de los setenta del siglo XX comenzaron las primeras excavaciones científicas”. Ahora el lugar está a unos 60 kilómetros de la costa, pero hace unos 125 millones de años, en el Cretácico inferior, sería una zona costera, o un delta con zonas encharcadas, con clima cálido y mucha vegetación. Allí estarían los iguanodóntidos.
“Eran animales gregarios, vivirían en rebaños, y eran estrictamente herbívoros”, destacando que tenían “una batería espectacular de dientes, varias decenas…”. Por el registro vegetal hallado, con helechos y coníferas, los científicos estiman que su alimentación predilecta serían hojas de helechos y plantas arbustivas.
Los iguanodóntidos, de los que se han encontrado muchos fósiles en Europa, son de los animales más populares, emblemáticos y antiguos de la dinosauriología. El primero fue nombrado en 1825 por el médico británico Gideon A.Mantell y solo medio siglo después fue ya descrito en Morella, recalcan los científicos. “Morelladon beltrani significa un incremento de la biodiversidad: creíamos que los Iguanodon serían muy parecidos en el Sur y el Norte de Europa, pero ahora tenemos un elemento claramente diferenciador”.
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