Uno de los factores que estaba afectando a las abejas eran los ácaros. En concreto una especie, Varroa destructor. Este parásito ataca las colmenas y se alimenta principalmente de las larvas de abejas. Y por su culpa, los números de estos insectos han caído mucho en las últimas décadas.
Pero, en un caso de evolución rápida, han aprendido a defenderse. Al menos en una población de la zona de Ithaca, en el estado de Nueva York. Los investigadores asumen que si ha pasado con una, es muy probable que no sea la única.
Claro, que aquí se ha podido demostrar gracias a que se lleva estudiando con detalle a las abejas desde al menos la década de 1970. Tienen ejemplares y muestras genéticas que han podido comparar con las abejas actuales, y estudiar los cambios.
El primer cambio que han detectado está en el ADN mitocondrial. Las mitocondrias son orgánulos celulares que tienen su propio genoma, y que sólo se heredan de las madres por regla general, que funciona en abejas.
Los cambios en este ADN demuestran hasta qué punto ha sido importante el impacto de la infección por ácaros. La variación es muy notable, lo que demuestra que las abejas reinas han muerto y no han podido dejar suficiente descendencia, y han tenido que ser otras quienes ocupen su lugar.
Pero las variaciones adaptativas, las que les están permitiendo recuperarse, están en el genoma nuclear. Y se pueden resumir en dos ejemplos muy claros. Se ha dado un cambio en un gen que se encarga de generar una proteína relacionada con la aversión.
Ahora las abejas tienen un mecanismo molecular que hace que la comida infectada por los parásitos les resulte desagradable. De esta manera no se vuelven a contaminar, lo que resulta fundamental para evitar mayores problemas.
Pero aún hay ácaros en las colmenas. Y aquí entra el segundo cambio, también de gran importancia. El acicalado, el acto de limpiarse unas abejas a otras, tiene un componente genético. Que ahora está mucho más desarrollado, con lo que los animales dedican mucho más tiempo y esfuerzo a esta actividad.
No sólo entre adultos, si no también con las larvas. Esto es lo que está controlando la plaga, ya que no sólo se las quitan unas a otras. Ahora las machacan con su boca, no como antes que simplemente se deshacían de ellas.
Gracias a su estudio, los científicos han identificado qué ha cambiado en las abejas para que sobrevivan a su plaga. Pero también deja claro que es fundamental que exista diversidad genética, que es la materia prima de la evolución, especialmente si ocurre a velocidades muy altas como en este caso.
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