Tras la Segunda Guerra Mundial, China tuvo que ocuparse de un importante conflicto interno: la Guerra Civil que el Partido Comunista de Mao Tse-tung libraba contra el Gobierno de Xian Kai-shek. En 1949 Mao sale vencedor y proclama la República Popular de China. Durante la guerra el Tíbet había tenido una estatus algo ambiguo: era independiente, aunque China lo considerara una región más de su territorio nacional. Las potencias occidentales mantenían relaciones comerciales directas con el Tíbet, si bien aceptaban la soberanía china. Un doble rasero que Occidente ha mantenido durante muchos años y que no ha hecho sino complicar el aclaramiento del estatus del Tíbet.
Tras la victoria de Mao, algunas tropas del derrotado Xian Kai-shek se instalaron en los alrededores de Lhasa. Cumpliendo su palabra de liberar al Tíbet, en 1950 Mao ordenó al Ejército de Liberación Popular de China entrar en la región montañosa y acabar con las fuerzas enemigas. Antes de esta incursión, el Gobierno chino había hecho una propuesta de colaboración al Dalai Lama para luchar contra los seguidores de Kai-shek, pero el líder tibetano se había negado. Tras la victoria aplastante sobre tropas de Kai-shek y tropas tibetanas, el gobierno del Tíbet se ve obligado a negociar.
En 1951 se firma el “Acuerdo de los Diecisiete Puntos para la Liberación Pacífica del Tíbet”, entre las autoridades tibetanas y el Gobierno chino. Pekín pide que el Tíbet reconozca pertenecer al territorio chino, y a cambio China se compromete a aceptar el sistema político del Tíbet, el estatus del Dalai Lama y a mantener las estructuras autóctonas tibetanas. El Acuerdo estableció para el Tíbet una administración autónoma dirigida por el Dalai Lama.
En 1955 el Gobierno chino creó un sistema paralelo de administración con el “Comité Preparatorio para la Región Autónoma del Tíbet”. A la vez, en las provincias vecinas de Amdo y Kham (provincias chinas pero étnicamente tibetanas) los chinos comenzaron a poner en práctica políticas restrictivas y duras, como confiscación de riquezas de monasterios budistas, reclutamiento de mano de obra forzada, reforma radical en la tenencia de las tierras y puesta en marcha de una campaña propagandística contra los monjes y la aristocracia tibetana, a quienes acusaban de mantener un sistema feudal en la región. Todo esto conlleva al levantamiento de Litang, en 1956.
El levantamiento de Litang fue la primera de una serie de revueltas contra el Gobierno chino, apoyadas por los monjes tibetanos que habían visto sus monasterios expropiados, por la aristocracia tibetana y también por la CIA estadounidense, un apoyo que ha de entenderse en el marco de la Guerra Fría. La respuesta a los levantamientos fue dura, y el Ejército chino bombardeó pueblos y ciudades en el Tíbet. Ante esta situación de conflicto abierto y descontrolado, el Dalai Lama, temiendo por su vida, huyó a la India en 1959 y renunció al Acuerdo de los Diecisiete Puntos. En marzo de 1959 las revueltas llegaron a la capital del Tíbet, Lhasa. Según las autoridades tibetanas en el exilio, las víctimas de estos episodios violentos se contarían por decenas de miles.
Tras las revueltas, los monjes y aristócratas que habían dado apoyo a los levantamientos contra el Gobierno chino perdieron su condición social y tuvieron que entregar sus bienes, que fueron redistribuidos entre la población. Los nobles perdieron sus posesiones y los monjes fueron expulsados de los monasterios y obligados a trabajar para ganarse la vida, abandonando la vida monástica. Se inició así un proceso de destrucción de la cultura y la estructura social tibetana. China abolió todo tipo de instituciones feudales, disolvió el gobierno tibetano e instaló la propiedad comunal. En 1965 el territorio tibetano se reorganizó como la Región Autónoma del Tíbet, con lo que el Tíbet pasó a ser una región administrativa de igual estatus jurídico que cualquier otra provincia china.
China puso al frente del gobierno tibetano al Panchen Lama, la segunda autoridad del Tíbet, pues el Dalai Lama se encontraba exiliado en la ciudad india de Dharamsala. Éste comenzó a buscar apoyo internacional para la independencia del Tíbet, reclamando que el verdadero gobierno tibetano era el exiliado. Desde Dharamsala, el Dalai Lama continuó instigando acciones rebeldes contra el Gobierno chino hasta 1969, cuando la CIA dejó de prestarles ayuda y el resto de potencias occidentales no quisieron colaborar.
Durante los años sesenta y desde el establecimiento de la Región Autónoma del Tíbet, el Gobierno chino llevó a cabo un reasentamiento de población china a gran escala para ‘colonizar’ el Tíbet y prosiguió con leyes que cambiaron la tradición tibetana, como la introducción de la educación secular. En la década de la Revolución Cultural china (1966-1976), el Tíbet sufrió serios daños en su patrimonio cultural y en su herencia budista. Miles de templos y bienes culturales tibetanos fueron destruidos.
En 1979 se restableció la libertad religiosa (y miles de templos budistas volvieron a abrir sus puertas), aunque los condicionantes y limitaciones son importantes como la prohibición a los lamas de que cuestionen el derecho de China a gobernar al Tíbet.
En 1989 el Panchen Lama falleció, y el Dalái Lama y el gobierno de China reconocieron diferentes reencarnaciones. Respetando la religión de los tibetanos, el gobierno de China reconoció oficialmente la reencarnación del Panchen Lama, de acuerdo con la tradición Vajrayāna budista. Para ello se valieron del procedimiento que se utilizó en la dinastía Qing mediante el cual el Panchen Lama era elegido en una especie de lotería utilizando una urna de oro donde el nombre de los posibles Panchen Lama estaban insertados en bolas de cebada. Por su parte el Dalai Lama nombró a Gedhun Choeky Nyima como el undécimo Pachen Lama, mientras que el gobierno chino eligió al niño llamado Gyancain Norbu. Gyancain fue criado en Pekín y aparece en público muy esporádicamente. Choeky y su familia, de acuerdo a los exiliados tibetanos, parecieran estar prisioneros.
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