A finales de mayo pasado, el veterano divulgador Dennis Overbye aprovechó el revuelo creado en esos días por una supuesta explosión de rayos gamma detectada por el satélite Swift de la NASA en nuestro patio trasero: la galaxia de Andrómeda, para escribir un interesante artículo en el New York Times acerca de cómo el destino de nuestra propia galaxia y el de Andrómeda están inexorablemente unidos. ¿Sabías que dentro de 2.000 millones de años ambas colisionarán? Aunque en realidad lo de "colisionar" es un decir, ya que en teoría ambas moles pasarán la una por entre la otra sin tocarse, como fantasmas colosales, iniciando una danza en remolino que terminará por fusionarlas en una sola mega-galaxia.
Finalmente la noticia de la explosión de rayos Gamma resultó falsa, pero Overbye disfrutó viendo como las redes sociales se llenaban de referencias al objeto Messier 31 (abreviado M31) que es como los astrónomos se refieren a esta galaxia, la más próxima a la nuestra, situada ahora mismo a unos 2,5 millones de años luz de la Vía Láctea, distancia que se reduce de forma lenta y constante.
No hubo pues en M31 ningún choque violento de dos estrellas de neutrones (los densos "sarcófagos" de lo que una vez fueron estrellas), lo que sin duda habría sido una noticia de impacto astronómico, ya que estas explosiones, consideradas las más violentas del universo, suelen suceder a distancias mucho mayores.
Andrómeda y la Vía Láctea son las dos mayores galaxias del Grupo Local, la pequeña familia de agrupaciones estelares que engloba además a otras 30, mucho menores, que actúan en ocasiones como satélites de las dos dominantes.
Es curioso, y se podría pensar que hasta casi contra natura, pensar que en un universo que se expande de forma acelerada y en el que por norma general las galaxias se alejan entre si más y más a medida que pasa el tiempo, haya dos galaxias como nuestra Vía Láctea y su vecina Andrómeda que estén en rumbo de colisión. La respuesta al enigma la tiene por supuesto la gravedad, la misma que hace que algunas galaxias enanas como la Pequeña y la Gran Nube de Magallanes se mantengan tan cerca de la Vía Láctea.
Mediciones recientes realizadas con el Telescopio Espacial Hubble han confirmado que nuestra galaxia y M31 se dirigen la una contra la otra a velocidades superiores a los 500.000 Km/h, lo cual llevará como anticipábamos a la citada colisión dentro de 2.000 millones de años. Muy probablemente los humanos ya no estemos aquí para verlo, bien sea por la temida extinción (la Tierra se habrá ya "evaporado") o porque la evolución nos habrá transformado sucesivamente en múltiples especies, adaptadas en cada caso al mundo que hayamos colonizado, pero si alguna forma de inteligencia observa el cielo para entonces, el espectáculo sin duda será increíble.
Estrellas comportándose como átomos, tan separadas entre si que permitirán que ambas galaxias se crucen entre sí sin aniquilarse, e iniciando un medido vals que terminará por crear "ríos" de estrellas lanzadas al espacio al capricho de la gravedad, cuya fuerza imparable colapsará enormes nubes de hidrógeno creando en el proceso millones de nuevas estrellas, con sus respectivos planetas.
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