Sangre joven para rejuvenecer cerebros viejos

viernes, 24 de julio de 2015
Dentro de unas semanas, un equipo de científicos de California extraerá la sangre de varios individuos jóvenes y se la inyectará a varios ancianos con principios de alzhéimer. La idea suena estrafalaria, y puede que a alguno le recuerde a las películas de vampiros, pero tiene una base científica sólida y puede ofrecer resultados muy interesantes.

La historia sobre los efectos de la sangre joven en los individuos de más edad se remonta a los años 50, cuando el científico Clive McCay, de la Universidad de Cornell, conectó los sistemas circulatorios de ratones viejos y jóvenes. Para su sorpresa, lo efectos no tardaron en notarse y los ratones más viejos empezaron a recuperarse de algunos achaques. ¿Qué estaba sucediendo allí? No ha sido hasta hace poco cuando se han empezado a comprender los mecanismos que intervenían en aquel curioso experimento. En el año 2005, Thomas Rando, de la Universidad de Stanford, descubrió que la sangre de los ratones jóvenes aportaba nuevas células madre al esqueleto y el hígado de los ratones viejos y que su capacidad de regenerar los músculos se recuperaba. El sistema, como explican en New Scientist, tenía también efectos curiosos, como el hecho de que los ratones jóvenes que recibían sangre vieja empeoraban y parecían envejecer prematuramente.
Los experimentos con este tipo de intercambios de sangre se han multiplicado en los últimos años y algunos resultados se han publicado en las más prestigiosas revistas. Un equipo de Harvard, por ejemplo, descubrió que la sangre joven de ratón detenía el deterioro del corazón de los más ancianos y pronto se identificó una proteína en el plasma sanguíneo que podía estar detrás de algunos de estos cambios. La proteína, llamada GDF11, parece decaer con la edad y que tiene un papel importante en la diferenciación celular.
La parte que más nos interesa a nosotros es la que tiene que ver con el cerebro. Otro equipo de científicos descubrió que si inyectaban diariamente esta proteína GDF11 a los ratones, aumentaba el número de vasos sanguíneos y de células madre en sus cerebros. Y el investigador de Stanford Tony Wyss-Coray descubrió cuando ponía sangre joven a los ratones viejos, sus funciones cognitivas mejoraban. El asunto aquí se complicó un poco y el equipo de Wyss-Coray decidió probar qué pasaba si inyectaban sangre humana joven en ratones viejos: y resultó que tenía efectos parecidos. "Vimos estos asombrosos efectos", explica el investigador. "La sangre humana tenía efectos beneficiosos en cada órgano que hemos estudiado hasta ahora".
Después de muchas pruebas y permisos administrativos la investigación de Wyss-Coray está en su fase final y más importante. Se harán pruebas en humanos para comprobar qué efectos tienen estas transfusiones de sangre joven en el cerebro de personas con una enfermedad cerebral. En concreto, la Escuela de Medicina de Stanford realizará transfusiones a 30 voluntarios de edad avanzada con un grado de alzhéimer entre moderado y medio. Y verán qué pasa.
Los investigadores creen que los efectos, de haberlos, serán temporales y que la proteína GDF11 no es el único factor que influye en estas mejoras. En el escenario más optimista, que las transfusiones de sangre más joven ayudaran a los pacientes con alzhéimer, sería difícil diseñar un sistema que permitiera adquirir sangre a gran escala para las terapias. Los científicos confían en descubrir cuál es el mecanismo de actuación de esta proteína y elaborar nuevos medicamentos a partir de ella, de modo que se pueda suministrar a cuantos más pacientes mejor. Pero eso, hasta que no se conozcan los resultados, es adelantarse demasiado a los acontecimientos.

"La muerte blanca"

martes, 14 de julio de 2015
A finales de 2014 se estrenaba el film dirigido por  Clint Eastwood "El francotirador", una película basada en la vida del marine Chris Kyle, quien está considerado el francotirador más letal de la historia militar estadounidense, consiguiendo ese logro durante su participación en la Guerra de Irak.
Pero a pesar de elogiar la figura de este experto tirador norteamericano a través de un interesante biopic, en los libros sobre los conflictos bélicos otro es el nombre que figura en el lugar de honor y que se lleva el mérito de ser el francotirador que más soldados enemigos mató en toda la Historia.

Fue durante la Segunda Guerra Mundial y aunque en ésta participaron ejércitos de países que tenían a los hombres más preparados y entrenados para aniquilar al enemigo, el protagonista de hoy no era de nacionalidad estadounidense, soviética, británica ni tan siquiera pertenecía a la Alemania nazi, sino que era de nacionalidad finlandesa y su nombre Simo Häyhä, aunque era conocido por el apodo de "la muerte blanca".
Cuando la Unión Soviética se planteó la invasión de Finlandia nada les hacía presagiar que el ejército de este país llegaría a ponérselo tan difícil y que en realidad iba a ser, como se dice comúnmente en estos casos, un paseo triunfal en el que capitularían pocos días después de la incursión soviética.
Pero no fue así y los finlandeses plantaron cara a sus invasores un día tras otro a lo largo de los cien días que duró la conocida como Guerra de Invierno y que tuvo lugar entre el 30 de noviembre de 1939 y el 12 de marzo de 1940. A pesar de que la potencia militar de la URSS era muy superior, el ejército invasor fue el que se llevó la peor parte con 126.875 muertos frente a los poco menos de veintiseis mil finlandeses.
Entre los soldados bien entrenados y que más letales fueron para los intereses soviéticos se encontraba Simo Häyhä, de 35 años de edad, quien había adquirido desde adolescente un control absoluto del manejo de las armas gracias a la afición a la caza de su progenitor, siendo capaz de acertar en un objetivo a cientos de metros y sin apenas apuntar.
540 es el número de enemigos soviéticos que abatió con su fusil M28 Pystykorva, el cual estaba desprovisto de mira telescópica ya que Häyhä estaba convencido de que ésta era más un inconveniente que una ayuda, pues muchas eran las ocasiones en las que la luz del sol se reflejaba en la lente de la mira y el destello podía delatar la posición del francotirador.  Fue ese el motivo por el que se acostumbró a localizar el objetivo a ojo.
Su corta estatura (medía poco más de metro y medio) también lo facultaba para esconderse en los rincones y huecos más insospechados, por lo que disponía de privilegiadas posiciones desde las que disparaba y acababa con sus enemigos.

Debido a que la guerra tuvo lugar durante los fríos meses de invierno, una de las cosas que más delataba la posiciones de los soldados era el vaho que exhalaban por sus bocas, motivo por el que con mucha frecuencia se la tapaba con algún paño o incluso se metía trozos de nieve con el fin de tener la boca fría.
Centenares fueron las maneras y los planes que los soviéticos idearon para atrapar a "la muerte blanca" y acabar con este letal enemigo que tan difícil les ponía conseguir sus propósitos. Ya no sólo era el medio millar de soldados que había abatido, sino las docenas de planes que les había desbaratado gracias a saber esconderse y sabotearlos.
La única incidencia que padeció Simo Häyhä a lo largo de la guerra fue el impacto de un proyectil enemigo en su cara, el cual le dejó destrozado la mitad del rostro, quedando en coma a lo largo de una semana. El día que despertó fue el mismo en el que se firmó el acuerdo de paz entre Finlandia y la URSS… la Guerra de Invierno había terminado y este sencillo soldado se convertiría en toda una leyenda, siendo ejemplo de valentía, inteligencia y estrategia para todos sus conciudadanos y pasando a formar parte de los grandes hitos de la Historia bélica del planeta.

La cúpula de Runit en riesgo

viernes, 10 de julio de 2015
En ocasiones, los problemas ambientales se suman a cuestiones históricas para generar verdaderos peligros. Este es el caso de las Islas Marshall, en mitad del océano Pacífico. Este archipiélago está amenazado por la subida del nivel del mar, y también por unas aguas cada vez más cálidas y ácidas. Pero también por un cementerio nuclear, el Domo (o cúpula) de Runit, que puede ceder y verter sus residuos en cualquier momento.
Al menos eso es lo que dicen los expertos. En casos como este, resulta complicado ser objetivo, aunque siempre hay que hacer el mayor esfuerzo. Así que empecemos por resumir, de manera muy breve, la situación. Para después tratar de entender los problemas y peligros.
Durante mucho tiempo, las islas del Pacífico han sido el campo de pruebas de armas nucleares. En las Islas Marshall en concreto, los lugares más conocidos han sido los Atolones de Bikini y de Enewetak.
En este último se decidió construir un cementerio nuclear. Cuando se realizan pruebas nucleares se generan “escombros” (debris en inglés), restos de materiales contaminados. Principalmente metales pertenecientes a la estructura de los misiles. Pero también se contaminan las tierras.

No siempre estos restos radioactivos se recogen. De hecho, durante mucho tiempo la primera opción consistía en meterlos en barriles, sellarlos con cemento y hundirlos en el mar. Esto cambió gracias a la presión internacional, y pasó a estar prohibido.
Pero claro, nadie (porque los Estados Unidos, protagonistas de esta historia, no son los únicos que han realizado este tipo de pruebas) se quiere llevar los restos radiactivos a su país. Así que la solución que se encontró fue recuperar la “metralla”, mezclarla con la tierra y los sustratos contaminados, y enterrarlos bajo capas de hormigón. Allí mismo, en los propios atolones.
Una solución temporal, al menos así se pensó. Mientras se descubría la manera de descontaminar y limpiar estos residuos, se enterraban. Pero como suele ocurrir, las soluciones temporales que esconden los problemas terminan por convertirse en permanentes. Como no se ve el peligro, y no es urgente, se olvida.
Con el paso de los años, estas estructuras se van degradando. El hormigón comienza a resquebrajarse. Con lo que nadie contaba era con que los océanos jugasen en contra de las estructuras. Cuando se diseñaron, las aguas eran menos cálidas y ácidas, y ambos factores contribuyen a que se degraden antes.
Y sobre todo, el nivel del mar era más bajo. La cúpula estaba situada en un lugar donde no entraba en contacto directo con el agua. Ahora sí lo hace. Y el problema es que todos estos factores sumados han creado una situación de verdadero peligro.
Los especialistas del Departamento de Energía de Estados Unidos (que hoy en día son los responsables de la gestión de residuos nucleares, tanto civiles como militares) han avisado de que los tifones, o una sucesión de tormentas tropicales, pueden terminar de resquebrajar la estructura. Y estos eventos son cada vez más probables.
La cosa no queda ahí. Ya se han detectado escapes de esta estructura. Isótopos que se pueden trazar directamente hasta esta estructura han sido detectados en el delta del río de las Perlas, en la provincia china de Cantón.
Para solucionar este peligro hace falta dinero. Mucho dinero. Para empezar, para recuperar la estructura y que no siga siendo un peligro. Y en segundo lugar, para desarrollar alguna tecnología que permita “limpiar” la contaminación radiactiva, que de momento no se ha encontrado. La primera opción debería ser fácil… pero de momento nadie se responsabiliza. Los habitantes de las Islas Marshall no tienen suficiente dinero (es un país bastante pobre) y tanto los Estados Unidos como la comunidad internacional se desentienden del problema.

El hombre que salvó a 669 niños

sábado, 4 de julio de 2015
Las redes sociales y la universalidad de internet han hecho que, desde hace poco más de una década, muchas sean las historias que permanecían semi ocultas y lograsen ver la luz, siendo conocidas y compartidas por millones de internautas de todo el planeta.
Muchos de esos grandes relatos están estrechamente relacionados con infinidad de episodios acontecidos durante la Segunda Guerra Mundial; hechos que, de no haber surgido gracias a la red, hubiesen quedado en el olvido o desconocimiento de la gran mayoría de personas.
Otras muchas historias las hemos conocido a través del cine, como en el caso de ‘La lista de Schindler’Gracias al film también se conocieron nuevas historias protagonizadas por personajes anónimos que arriesgaron sus vidas con el fin de salvar las de un buen número de inocentes judíos, condenados a morir por culpa de un absurdo genocidio, quedando el término ‘Schindler’ para referirse a los mismos.
Hoy se trata el del valiente ‘Schindler británico’, con la salvedad de que éste, a diferencia de otros muchos casos, sí que obtuvo cierta relevancia, difusión y reconocimiento, aunque no fue hasta 1988, año en el que su esposa sacó la historia a la luz pública.
El protagonista es Nicholas Winton un londinense, nacido en 1909, hijo de inmigrantes alemanes de origen judío que tras finalizar sus estudios comenzó a trabajar como agente de bolsa en 1931. Pocos años después ya disfrutaba de una privilegiada vida que le permitía poder hacer fantásticos viajes al continente para esquiar en las mejores pistas de las montañas suizas.
A finales de 1938 la hegemonía de la Alemania nazi comenzaba a encender las alarmas ante el creciente antisemitismo ejercido desde el gobierno de Hitler. Muchos eran los campos de refugiados que se estaban habilitando para dar acogida a las miles de familias que huían de sus hogares perseguidas por su condición religiosa, de raza o tendencia sexual.
Fue por aquel entonces cuando Winton recibió una llamada telefónica que cambió sus planes de vacaciones y para el resto de su vida. Al otro lado del teléfono se encontraba su amigo Martin Blake, quien le pidió que dejase todo lo que estuviera haciendo en aquellos momentos y se desplazase hasta Praga (en aquel tiempo capital de la República Checoslovaca).
Blake precisaba de la ayuda de Nicholas para poder gestionar y dar salida del país a centenares de niños judíos que se encontraban refugiados en un asentamiento cercano a la ciudad y por cuyas vidas temía, ante la inminente ocupación del país por parte de los alemanes.
Nicky (tal y como era conocido por sus seres más cercanos) no se lo pensó dos veces, viajando rápidamente hasta allí e instalándose en el hotel Sroubek (situado en Wenceslas Square) y en cuya habitación habilitó una improvisada oficina desde donde comenzó a organizar la puesta a salvo de todos aquellos pequeños.
Era consciente de que disponían de muy poco tiempo para poder trasladar hacia fuera del país a cuantos más niños mejor. Contactó con las principales embajadas con el fin de poder garantizar un buen número de familias de acogida y desde el movimiento británico ‘Refugee Children’s Movement’ se le prestó ayuda e infraestructura, haciendo de puente entre el gobierno de Gran Bretaña y el propio Nicholas. El gobierno de Primer Ministro Neville Chamberlain puso una condición: solo aceptaría la llegada de refugiados menores de 17 años, lo que imposibilitaba sacar a familias enteras y tan solo podrían hacerlo con los hijos.
Las gestiones que realizaba, y el hecho de poner a buen recaudo a tantos pequeños, hizo correr la voz, llenándose el hotel de docenas de familias enteras que se presentaban allí con la esperanza de salvar las vidas de sus hijos y que pudieran salir del país con la ayuda de Nicholas y Martin.
Las molestias ocasionadas al propio hotel y otros huéspedes les obligó a tener que habilitar una segunda oficina en otro punto de la ciudad. El problema estaba en que ya no podrían hacerlo de una forma segura y clandestina.
Los trámites iban lentos pero seguros y poco a poco iban saliendo más niños desde Checoslovaquia hacia un destino seguro. En los siguientes nueve meses partieron desde Praga ocho convoyes con destino al puerto de Hoek van Holland (Paises Bajos) y desde allí en un ferry hasta Gran Bretaña, para llegar finalmente a Londres y ser repartidos por diferentes familias de acogida. Se logró evacuar a un total de 669 niños.
Lamentablemente, no corrieron la misma suerte los 250 niños que iban en el último convoy habilitado y que partió el 1 de septiembre de 1939, día en que Alemania invadió Polonia, provocando el cierre de fronteras y el inicio de la Segunda Guerra Mundial. El destino de estos pequeños fue los campos de concentración nazis y muy posiblemente un trágico final, como el de millones de personas en sus mismas condiciones.
Nicholas Winton y Martin Blake prefirieron guardar en secreto su acción, y así se mantuvo a lo largo de cinco décadas, hasta que la esposa de Winten descubrió casualmente un maletín que contenía documentación sobre la gesta realizada durante la IIGM, convenció a su marido para hacerla pública y a partir de 1988 los medios se hicieron eco de esta heroica historia.
La Reina Isabel II le concedió el título de Sir, así como de numerosas condecoraciones y distinciones. Muchas han sido las peticiones que se han realizado desde entonces para que se le concediera el Premio Nobel de la Paz.
El 1 de julio de 2015, a la edad de 106 años, se ha conocido la triste noticia del fallecimiento de Sir Nicholas Winton 'el Schindler británico' que ha tenido lugar en el Wexham Park Hospital en Slough (Inglaterra), donde llevaba un tiempo ingresado debido a su delicada salud y avanzada edad.