Dentro de unas semanas, un equipo de científicos de California extraerá la sangre de varios individuos jóvenes y se la inyectará a varios ancianos con principios de alzhéimer. La idea suena estrafalaria, y puede que a alguno le recuerde a las películas de vampiros, pero tiene una base científica sólida y puede ofrecer resultados muy interesantes.
La historia sobre los efectos de la sangre joven en los individuos de más edad se remonta a los años 50, cuando el científico Clive McCay, de la Universidad de Cornell, conectó los sistemas circulatorios de ratones viejos y jóvenes. Para su sorpresa, lo efectos no tardaron en notarse y los ratones más viejos empezaron a recuperarse de algunos achaques. ¿Qué estaba sucediendo allí? No ha sido hasta hace poco cuando se han empezado a comprender los mecanismos que intervenían en aquel curioso experimento. En el año 2005, Thomas Rando, de la Universidad de Stanford, descubrió que la sangre de los ratones jóvenes aportaba nuevas células madre al esqueleto y el hígado de los ratones viejos y que su capacidad de regenerar los músculos se recuperaba. El sistema, como explican en New Scientist, tenía también efectos curiosos, como el hecho de que los ratones jóvenes que recibían sangre vieja empeoraban y parecían envejecer prematuramente.
Los experimentos con este tipo de intercambios de sangre se han multiplicado en los últimos años y algunos resultados se han publicado en las más prestigiosas revistas. Un equipo de Harvard, por ejemplo, descubrió que la sangre joven de ratón detenía el deterioro del corazón de los más ancianos y pronto se identificó una proteína en el plasma sanguíneo que podía estar detrás de algunos de estos cambios. La proteína, llamada GDF11, parece decaer con la edad y que tiene un papel importante en la diferenciación celular.
La parte que más nos interesa a nosotros es la que tiene que ver con el cerebro. Otro equipo de científicos descubrió que si inyectaban diariamente esta proteína GDF11 a los ratones, aumentaba el número de vasos sanguíneos y de células madre en sus cerebros. Y el investigador de Stanford Tony Wyss-Coray descubrió cuando ponía sangre joven a los ratones viejos, sus funciones cognitivas mejoraban. El asunto aquí se complicó un poco y el equipo de Wyss-Coray decidió probar qué pasaba si inyectaban sangre humana joven en ratones viejos: y resultó que tenía efectos parecidos. "Vimos estos asombrosos efectos", explica el investigador. "La sangre humana tenía efectos beneficiosos en cada órgano que hemos estudiado hasta ahora".
Después de muchas pruebas y permisos administrativos la investigación de Wyss-Coray está en su fase final y más importante. Se harán pruebas en humanos para comprobar qué efectos tienen estas transfusiones de sangre joven en el cerebro de personas con una enfermedad cerebral. En concreto, la Escuela de Medicina de Stanford realizará transfusiones a 30 voluntarios de edad avanzada con un grado de alzhéimer entre moderado y medio. Y verán qué pasa.
Los investigadores creen que los efectos, de haberlos, serán temporales y que la proteína GDF11 no es el único factor que influye en estas mejoras. En el escenario más optimista, que las transfusiones de sangre más joven ayudaran a los pacientes con alzhéimer, sería difícil diseñar un sistema que permitiera adquirir sangre a gran escala para las terapias. Los científicos confían en descubrir cuál es el mecanismo de actuación de esta proteína y elaborar nuevos medicamentos a partir de ella, de modo que se pueda suministrar a cuantos más pacientes mejor. Pero eso, hasta que no se conozcan los resultados, es adelantarse demasiado a los acontecimientos.
0 comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.