Pero a pesar de elogiar la figura de este experto tirador norteamericano a través de un interesante biopic, en los libros sobre los conflictos bélicos otro es el nombre que figura en el lugar de honor y que se lleva el mérito de ser el francotirador que más soldados enemigos mató en toda la Historia.
Fue durante la Segunda Guerra Mundial y aunque en ésta participaron ejércitos de países que tenían a los hombres más preparados y entrenados para aniquilar al enemigo, el protagonista de hoy no era de nacionalidad estadounidense, soviética, británica ni tan siquiera pertenecía a la Alemania nazi, sino que era de nacionalidad finlandesa y su nombre Simo Häyhä, aunque era conocido por el apodo de "la muerte blanca".
Cuando la Unión Soviética se planteó la invasión de Finlandia nada les hacía presagiar que el ejército de este país llegaría a ponérselo tan difícil y que en realidad iba a ser, como se dice comúnmente en estos casos, un paseo triunfal en el que capitularían pocos días después de la incursión soviética.
Pero no fue así y los finlandeses plantaron cara a sus invasores un día tras otro a lo largo de los cien días que duró la conocida como Guerra de Invierno y que tuvo lugar entre el 30 de noviembre de 1939 y el 12 de marzo de 1940. A pesar de que la potencia militar de la URSS era muy superior, el ejército invasor fue el que se llevó la peor parte con 126.875 muertos frente a los poco menos de veintiseis mil finlandeses.
Entre los soldados bien entrenados y que más letales fueron para los intereses soviéticos se encontraba Simo Häyhä, de 35 años de edad, quien había adquirido desde adolescente un control absoluto del manejo de las armas gracias a la afición a la caza de su progenitor, siendo capaz de acertar en un objetivo a cientos de metros y sin apenas apuntar.
540 es el número de enemigos soviéticos que abatió con su fusil M28 Pystykorva, el cual estaba desprovisto de mira telescópica ya que Häyhä estaba convencido de que ésta era más un inconveniente que una ayuda, pues muchas eran las ocasiones en las que la luz del sol se reflejaba en la lente de la mira y el destello podía delatar la posición del francotirador. Fue ese el motivo por el que se acostumbró a localizar el objetivo a ojo.
Su corta estatura (medía poco más de metro y medio) también lo facultaba para esconderse en los rincones y huecos más insospechados, por lo que disponía de privilegiadas posiciones desde las que disparaba y acababa con sus enemigos.
Debido a que la guerra tuvo lugar durante los fríos meses de invierno, una de las cosas que más delataba la posiciones de los soldados era el vaho que exhalaban por sus bocas, motivo por el que con mucha frecuencia se la tapaba con algún paño o incluso se metía trozos de nieve con el fin de tener la boca fría.
Centenares fueron las maneras y los planes que los soviéticos idearon para atrapar a "la muerte blanca" y acabar con este letal enemigo que tan difícil les ponía conseguir sus propósitos. Ya no sólo era el medio millar de soldados que había abatido, sino las docenas de planes que les había desbaratado gracias a saber esconderse y sabotearlos.
La única incidencia que padeció Simo Häyhä a lo largo de la guerra fue el impacto de un proyectil enemigo en su cara, el cual le dejó destrozado la mitad del rostro, quedando en coma a lo largo de una semana. El día que despertó fue el mismo en el que se firmó el acuerdo de paz entre Finlandia y la URSS… la Guerra de Invierno había terminado y este sencillo soldado se convertiría en toda una leyenda, siendo ejemplo de valentía, inteligencia y estrategia para todos sus conciudadanos y pasando a formar parte de los grandes hitos de la Historia bélica del planeta.
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