En cualquier hormiguero, cuando la hormiga reina muere otra debe tomar su lugar. Lo que pasa es que no siempre esto ocurre cuando debería. En ocasiones la reina muere antes de dejar preparada su descendencia. Y distintas especies resuelven este problema de maneras diversas. Una solución muy interesante es la que adoptan las hormigas saltarinas indias (Hapergnathos saltator).
En esta especie las obreras llevan a cabo combates rituales. Cuando la reina muere, el resto de los miembros de la colonia dejan de recibir una feromona que impide estos combates. Lo que resulta curioso es que la lucha termina antes de que ninguna de las contrincantes sufra daños.
Durante el enfrentamiento, una de las hormigas se da cuenta de que va a perder, y se rinde. La que gana el combate busca a otra, que también haya ganado su lucha, y comienza otro ciclo. Así hasta que quedan doce en todo el hormiguero, que han vencido en todos sus enfrentamientos.
Estas doce vencedoras cambian por completo. A pesar de que su aspecto externo es el mismo que el de cualquier obrera, y muy distinto del de una reina, por dentro la cosa es bien distinta. La fisiología cambia por completo: el cerebro se reduce en un 25%, las gónadas, que en las obreras están atrofiadas, crecen hasta ocupar la mayoría del abdomen y empiezan a producir óvulos, y lo más sorprendente es que su esperanza de vida pasa de unos pocos meses hasta alcanzar los dos años.
Y todo esto sin que exista ningún cambio en sus genes. Las hormigas obreras y las que se han convertido en reproductoras ,a las que se denomina “gamergates”, son clones unas de otras. Lo que las hace diferentes es la dopamina, un neurotransmisor. Es decir, una molécula que sirve para transmitir información nerviosa.
Cuando una hormiga de esta especie vence en una batalla, sus niveles de dopamina suben. Y van aumentando con cada victoria. Cuando se establece el grupo final de doce, esta sustancia alcanza su máximo y provoca los cambios que hacen que una obrera estéril pasa a ser una pseudo-reina fértil.
En realidad, lo que se da es un cambio epigenético. Los genes en sí mismos no cambian, pero sí la actividad de éstos. Algunos genes se “encienden” y otros se “apagan” las secuencias responsables de la reproducción se activan.
Pero, ¿qué pasa con las que han ganado algunas batallas, y pierden antes de alcanzar la élite de las doce? Estas hormigas tienen niveles de dopamina más altos de lo normal, no lo suficientes como para provocar un cambio fisiológico pero sí como para que aumente su agresividad.
En estos casos, y para evitar conflictos, el resto de hormigas de la colonia “tranquilizan” a las que han pasado algunas “rondas” pero no han llegado a la final. Entre varias hormigas inmovilizan a la que va “cargada” de dopamina, y la liberan cuando detectan que sus niveles han disminuido.
Una cuestión interesante es que este último comportamiento, al que se denomina monitorización, se da en otros muchos insectos, desde otras especies de hormigas a avispas.
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