Los griegos identificaban al planeta rojo con Ares, el Dios de la Guerra que siglos más tarde terminaría siendo adoptado por los romanos llamándolo Marte. Curiosamente, junto a él iban siempre sus dos hijos Deimos y Phobos y aunque ni griegos ni romanos conocían la existencia real de los dos satélites que posee el planeta Marte, esta coincidencia fue la primera de las muchas que llegarían con el tiempo.
Otro de los aciertos por azar llegaría algunos siglos más tarde cuando el gran astrónomo Johannes Kepler llegó a la conclusión de que Marte debía de tener dos lunas al realizar el siguiente razonamiento: Si Venus no tiene lunas, la Tierra tiene una, y Galileo ha descubierto que Júpiter tiene cuatro lunas, siguiendo la armonía que Kepler presuponía en el Universo, lo lógico era pensar que Marte debía de tener dos satélites, cumpliendo así la sucesión de 0, 1, 2 y 4.
Lo cierto es que Kepler acertó de chiripa puesto que hoy sabemos que Júpiter tiene al menos 67 satélites, lo cual hubiera destrozado la lógica del astrónomo alemán.
En realidad tuvimos que esperar dos siglos más hasta que en 1877 el astrónomo estadounidense Asaph Hall descubriera por fin de manera científica los dos satélites de Marte. La historia de cómo este hombre, un humilde carpintero, llegó a convertirse en el director de uno de los observatorios más importantes del mundo, es algo que dejo a la curiosidad e interés del lector. Por ahora nos quedaremos en que Hall fue el primero en contemplar directamente los dos satélites de Marte utilizando un telescopio pionero para la época instalado en el Observatorio Naval de Washington.
Uno de los elementos que dificultaron su detección fue evidentemente su pequeño tamaño. Al contrario que nuestra Luna, los satélites de Marte apenas llegan a unos pocos kilómetros de radio y su forma recuerda más a una patata que a un satélite. Phobos, el más grande, ofrece unas irregulares medidas de 27x22x18 km, mientras que el menor, Deimos, posee 11x12x11 km de diámetro.
Dicen que las comparaciones son odiosas su superficie total apenas llegan a cubrir la extensión total de Luxemburgo o Malta respectivamente.
Pero su tardío descubrimiento se debió no solo a su pequeño tamaño sino también a que se mueven muy rápido en su órbita alrededor de Marte. Phobos se encuentra a menos de 6.000 kilómetros de la superficie del planeta rojo y da una vuelta cada siete horas y media, mientras que Deimos orbita más alejado, unos 20.000 km completando un giro completo en 30 horas.
La teoría más aceptada sobre la formación de estas dos pequeñas lunas marcianas afirma que, en los orígenes de nuestro Sistema Solar, la influencia gravitatoria del gigante Júpiter desvió diversos cuerpos del cinturón de asteroides y dos de ellos terminaron siendo capturados por Marte.
Existen otras teorías aún no descartadas totalmente que consideran que Deimos y Phobos fueron en el pasado un solo asteroide que sufrió un gran impacto y lo dividió en dos. Esta hipótesis podría explicar el gran cráter Stickney que ocupa diez kilómetros en la superficie de Phobos.
Sea como sea, lo curioso es que estas dos lunas marcianas tienen un futuro bien distinto. De acuerdo con las trayectorias de sus órbitas y la proyección realizada por los astrofísicos, uno de ellos se acerca al planeta y el otro se aleja.
El destino de Phobos, que cae en dirección a Marte a una velocidad de nueve metros por siglos, será colisionar con la superficie en un plazo aproximado de 40 millones de años. Mientras tanto, Deimos se aleja hacia el exterior, distanciándose del planeta lo que dejará, finalmente, a nuestro dios de la guerra sin hijos.
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